Condenada a Muerte
Te quedan solo meses de vida, es la respuesta que te da un doctor luego de varios exámenes médicos e intervenciones....
En primer lugar, el miedo y terror inicial, te desbordan. Luego, comienzas a pensar en tu o tus seres amados... qué hacer, qué pasará con ella y ellos, no estaré para tal o cual ocasión, te absorbe el horror, frustración, el miedo y, a su vez, tratas desde la angustia que no te suelta, de comenzar hacer y dejar todo lo mejor posible para dejarles el camino un poco más fácil. Desde ese sentimiento paralizador, tratas de avanzar, de darles esperanzas de que todo estará bien, de que tú estás bien, de comenzar hacer cómo que nada te pasara.
Posterior al shock inicial- y quizás hasta en paralelo-, comienza una etapa donde analizas y te das cuenta que del total de los meses que te quedan, aún te queda algo de tiempo para revisar tú vida y, es ahí donde empieza otro periodo de luto y frustración... ¿Qué hice?, ¿Qué no hice?, ¿Cuánto aproveche el día a día?. Cuántas veces quise hacer, decir, sentir, vivir y por miedos, trabas, heridas pasadas o supuestos aprendizajes pasados limitantes, sólo me quedé con las intenciones, pensando en un mañana que hoy, no existe.
La siguiente fase es reinventarme, tomar esto como una tremenda y última prueba. Sí, no pensar en el tiempo futuro que me queda, sino pensar en que el día de hoy ya es una tremenda fortuna. Desde el despertarme con vida, sentirme sana, sentir el olor y calor de mi hija, acariciar a mis animales, aprovechar las horas del día levantándote temprano, manteniendo la rutina laboral y familiar. Te permites tomar un rico chai latte o café, escuchar buena música, sentir el sol en la piel, recibir mensajes cariñosos de uno o varios amigos o amigas, sentir sentir sentir en todos los planos... respiro, suspiro y entiendo que esto, ya es vida. Sólo agradezco, pienso y siento lo agradecida de este nuevo día.
Quiero atreverme a más. Quiero volver el tiempo atrás, pero no puedo. Debo liberarme de todas las ataduras que me limitan y frenan porque no tengo tiempo. Quiero declararme, por ejemplo, a la persona que me gusta, pero no me atrevo... pienso y siento que no hay tiempo, pero no veo reacción. Decido avanzar y volver a refugiarme en sentir el calor de los seres amados, reorientar mi sentimiento hacia mí, hacia quién soy, a quienes están y ven más allá de la apariencia y de las ideas preconcebidas que pueden tener sobre mí. Abrazo a quienes pese al dolor de experiencias pasadas y actuales, han decido avanzar al igual que lo hago yo.
Mi reserva continua en todos los ámbitos.
No tengo tiempo. No tengo tiempo para analizar más de lo que antes lo hacia. No tengo tiempo para pensar en qué sí o en qué no. No tengo tiempo para llevar una conversación estratégica, con mensajes entre líneas, pero ¡claro!, no todos están condenados a muerte para ver la vida desde la óptica desde la cual la veo.
Mi emocionalidad se desborda en algunos momentos. Mi mente me lleva a momentos puntuales que no busco ni entiendo. Mi estomago me duele, porque pienso qué quizás yo fui la que no supe leer o comprender ciertas formas o mensajes "codificados" que me quisieron demostrar o decir algo o alguien. Vuelvo al centro y comprendo que todo eso me ayuda a recordar que sigo viva, pero que ya no puedo revertir esas situaciones, solo puedo mirar hacia el hoy y lo que queda.
Me detengo..... ¿Qué pasaría si otros supieran de ésta condena? ¿Me interesa, me ayuda o me aporta? Me rodearía de personas que arrepentidas estarían en mi vida para hacerme o sentirse mejor con ellas mismas, muchas de ellas que en verdad nunca estuvieron. Habría quienes me reprocharían de lo mal que me cuide, de lo que hice y no hice. Otros se alejarían por miedo al drama de ver a una persona enferma. O tal vez hay quienes podrían pensar o decir, se lo merece, la vida es justa, etc... No puedo ni quiero hacerme cargo de ello. Tampoco quiero hacerme cargo por quienes han querido tenerme en su vida, pero no hicieron nada para lograrlo. No puedo ni quiero hacerme cargo de lo que no supe decir o hacer. El poco tiempo que queda, sólo me invita a tomar todo ello y atreverme a vivir el ahora, lo que pasa y lo que viene con entereza, convicción y esperanza.
Agradezco por las personas que regresaron a mi vida luego de años, entiendo hoy que no es casualidad. Las personas que se atrevieron a conocerme sin buscarlas o quizás sí. Las personas que quisieron y se permitieron conocerme en otros ámbitos, en otras facetas. Agradezco a quienes, por distintas razones, se mantuvieron distantes y limitantes.
Salgo de ese estado y me vuelvo a concentrar. Siento la incomodidad de aquello que me rodea y no me gusta, percibo el temor detrás de un rostro, percibo el resentimiento de seres con los que comparto laboralmente, así como también, la competencia y envidia. Me hago la loca, trato, lo intento por mi salud mental que es la que me sostiene.
Respiro, respiro y respiro y me pregunto: ¿Qué haría si estuviera condenada a muerte?....
Aprovecharía el fin de año para sacar de mi vida todo aquello que no quiero llevarme para el nuevo año. Me alejaría de más personas, no daría tantas oportunidades, sería más tajante con quienes no me quieren, me alejaría de los estereotipos, rechazaría a quienes no me conducen a nada...
Pero también abrazaría, besaría, lloraría, amaría más. Haría el amor más veces seguidas, reiría hasta que me doliera el estomago y, sería más fiel que nunca a mí misma... Eso, es vivir.... Vive como si estuvieras condenado a muerte.
Comentarios