Una linda luz en el fondo del camino
¿Quién después de cierta edad no está con algunas heridas que carga en su mochila? ¿Quién está sanado al cien por ciento? ¿Quién puede decir que al relacionarse con otra no aparecen ciertas cosas que delatan que aún no has soltado los miedos de situaciones que te dañaron?
Todas estas preguntas se me vienen la cabeza, luego de largos años concentrada en el mundo exterior que interior. Luego de un proceso que no busque, pero del cual estoy total y absolutamente agradecida, compuesto de pérdidas, cambios, entre muchas otras cosas, la vida me llevó a centrar mi atención en mí.
El cuerpo habla lo que tu boca calla, lo cual es muy cierto. Lo agradezco y abrazo, porque el giro que dio a mi vida, me sirvió para confirmar una vez más que la vida es mágica, que a la vida hay que tenerle respeto, que la vida no falla.
En este nuevo camino, me he encontrado con sorpresas de todo tipo, pero las miro con ojos positivos. En ese sentido, he descubierto que todo aquello que pensé o que quizás si deje atrás, ya sea de manera natural, terapias o porque pensé que había olvidado, la vida (sabia ella), me las ha puesto al frente... sí, al frente. Experiencia, situaciones, emociones, miedos, temores, felicidad, etc.
Ahora me encuentro en la fase de querer estar consciente para poder mejorar aquellos puntos negros que no me dejan ver las cosas con claridad o disfrutar la emoción desde lo sano, desde lo natural, sin el temor o el dolor provocado en capítulos pasados.
La claridad me ha permitido observar y hacerme consciente de que así como yo, todos tenemos heridas que se pueden reconocer al detenerse a escuchar, sentir y conocer a otras personas. Además, se reconocen entre personas que sin decirlo, han tenido dolores al igual que uno, al igual que tú.

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